Palma Soriano.- “Los niños son la esperanza del mundo” dijo José Martí. Para cuidar su salud desde mucho antes que nazcan en Cuba se concibió el Programa de Atención Materno-Infantil. A los pequeños se les garantiza su derecho universal y gratuito a la educación. En los sectores de la cultura y los medios de comunicación hay reservados espacios para su entretenimiento y crecimiento espiritual.
Nuestras leyes están enfocadas en la protección de los infantes. Y en general, nos movilizamos en su defensa cuando se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Pero no fue hasta el siglo pasado que la Infancia se reconoció plena y explícitamente como una etapa con características y necesidades propias. Fue en 1989 que los estados miembros de la ONU firmaron y ratificaron la Convención de los Derechos del Niño para proteger la infancia de manera integral y en cualquier circunstancia.
Sin embargo, pese a la evolución heredamos prácticas o visiones que afectan el pleno desarrollo de los pequeños. Su condición como personas con derechos aquí es bastante reciente. Por tanto, es necesario accionar para incorporarla a nuestro día a día. Tener en cuenta sus sentimientos y emociones, guiarlos por el camino de la vida sin imposiciones, ayudarles a volar y a mirar nuevos horizontes.
Darles todo el apoyo y protección que necesitan forman parte también esencial de sus derechos. Este enfoque nos ayuda a entender que los niños son individuos con derecho a la identidad personal, la libertad; que sobre ellos los adultos y el estado cubano tienen responsabilidades, no discriminarlos; que les debemos amor, sí, y mucho respeto. Proteger la infancia es una tarea, una responsabilidad y una visión. Es no matar esos sueños que apenas comienzan a volar.